Comentario
Los discos de cinturón fueron también objetos propicios para la donación ritual, como símbolo de entrega personal. Tales discos se depositaron en las tumbas, pero también se entregaron al cieno. Característicos son los discos de Hverrhus (Víborg a.), o de Soborg so. Tales piezas, a las que se denomina bolsos de caja, tienen el centro realzado con una punta más o menos aguda. Su plasmación y decoración son típicamente nórdicas. Sobre la placa del disco se suceden bandas concéntricas por las que corren múltiples espirales. Las espirales se desenvuelven en roleos enlazados, o se recogen en grupos de dos mediante marcos sinuosos. Líneas en relieve y cintas acordonadas completan la decoración. El tema de la espiral será permanente en la metalística nórdica durante toda la Edad de Bronce. Su procedencia -se supone- es centroeuropea, pero en Escandinavia adquirió un particular vigor, más acorde, quizás, con la filosofía implícita en el movimiento pausado, rítmico, pero infinito de la espiral que en un mero mimetismo estético.
Una idea arraigada en el sentimiento religioso inspiró un disco de bronce en donde reina la espiral, acoplado en otro objeto de gran mérito artístico. Hablamos del disco del sol, instalado en un vehículo de seis ruedas del cual tira un caballo. El singular objeto apareció en la marisma de Trundholm, cerca de Nykobing, al norte de Zealand. El disco tiene el anverso y el reverso decorados con motivos de círculos, aislados o engarzados dentro de espirales combadas, zig-zags, etc., y todo ello repujado. Al frente se le colocó una orla y se le revistió de una lámina de oro sobre la que quedó impresa la decoración subyacente. El disco de Trundholm es la más contundente representación del sol en esa forma. Mediante riendas que se le ajustan al cuello, el caballo que tira de este disco solar -y que acompaña al sol- no es un animal de carga o de tiro cualquiera. Sus ojos, frente, maxilares, cuello y crin van engalanados con placas y motivos dorados. En su realización se empleó el más refinado método de fundición: la cera perdida en hueco.
En el disco y caballo de Trundholm, las paredes de metal son delgadísimas. La cantidad de bronce se limitó al máximo, evitando, con habilidosa técnica, el método sencillo de la cera perdida. Para tal sistema de fundición se procede de la siguiente manera: Modelado el objeto en cera, éste se reviste de una capa de arcilla embebida en arena, que es sometida al calor. El molde toma cuerpo y la cera se derrite, perdiéndose por los agujeros efectuados en la arcilla a este propósito. El bronce líquido sustituye, a continuación, al objeto de cera, pero la pieza que resulta es de bronce sólido. En los discos de Trundholm se ensayó, en cambio, el método de modelar la cera sobre un núcleo de arcilla.
El bronce fundido reemplazó sólo a una capa delgada. El resultado fue la confección de dos fondos ligeros unidos por un anillo envolvente.
El procedimiento de la cera perdida en hueco se llevó a un mayor grado de maestría en la realización del caballo. Sigamos los pasos. Se construyó en capas de arcilla (para así evitar grietas en la combustión) un modelo de caballo elemental (sin orejas, y con cuatro vástagos por patas). Una reproducción más detallada del caballo, en una capa muy fina (1-2 mm) de cera cubrió al modelo de arcilla. El rabo, las orejas, las pezuñas y los detalles de los ojos y el hocico se aplicaron íntegramente en cera. Dos alfileres atravesaron el cuerpo, y cinco pequeñas placas de bronce se fijaron al vientre. El núcleo quedó así fijo. Por encima de la cera, y en grosor progresivo, se aplicaron capas de arcilla que formarían un molde externo agujereado. Así preparado, el caballo pasaría por un horno durante varias horas. La cera quemada, o líquida, dejó paso al bronce fundido. Retirado el molde, quedó el caballo de bronce a la vista, a falta de los necesarios toques de acabado.
El taller del que a mediados del II milenio salió este carro merece un gran reconocimiento a su obra. Se adelantó en mucho tiempo al inicio de la técnica de la broncística en hueco en la Grecia arcaica (siglos VIII y VII a. C.), y la muestra reseñada es índice de la maestría con la que procedía. Es una cuestión debatida si este taller tenía su sede en Centroeuropa o en Dinamarca. Por encima de esta incógnita, sin embargo, queda la certeza de que el carro de Trundholm requirió las manos más expertas, el taller de mejor reputación, por aspirar a un fin superior, por servir a una causa suprema.
El disco convence por sí solo de la imagen que conlleva. Por una vez, la adscripción de un disco a la religión solar es evidente. Se ha propuesto que el vehículo estaba destinado a recorrer, como el Sol, un camino de ida, de Este a Oeste, con su cara reluciente; y un camino de vuelta, con su cara apagada, de Oeste a Este. También se ha pensado que este carro es una miniatura que reproduce un ejemplar ritual, de gran tamaño, que se utilizaría en procesiones y ceremonias. A este propósito no resulta insignificante la anécdota de su hallazgo. La hija del campesino en cuya finca, recién explotada, apareció, en 1902, usó durante algún tiempo el delicadísimo objeto de culto de la Edad de Bronce como un juguete móvil.